COMO NACIERON TODAS LAS FLORES -Leyenda Tehuelche-
Hace mucho, muchísimo
tiempo, las plantas aún no tenían flores. En ese entonces vivía en el sur una
bella niña tehuelche llamada Kospi, de suaves cabellos y dulces ojos negros.
Una tarde de tormenta, cuando el fulgor del relámpago iluminaba todos los
rincones de la tierra, Karut (el trueno), la contempló asomada a la entrada del
Kau (toldo) de sus padres.
La vio tan hermosa, que a pesar de que él era rústico, hosco y bruto, se
enamoró locamente de ella. Ante el temor de que la linda niña lo rechazara, la
raptó y huyó lejos, retumbando sobre el cielo, hasta desaparecer de la vista de
los aterrados padres de la chica. Al llegar a la alta y nevada cordillera, la
escondió en el fondo de un glaciar. Encerrada allí, fue tanto el dolor y la
pena que sintió que de a poco fue enfriándose hasta que se convirtió en un
témpano de hielo, fundiéndose con el resto del glaciar.
Tiempo después, Karut quiso visitarla y al comprobar su desaparición, se
enfureció terriblemente lanzando bramidos de desesperación. Tanto ruido rodó
hasta el océano y atrajo muchas nubes que empezaron a llover y llover sobre el
glaciar hasta derretirlo completamente. Así, Kospi se transformó en agua y
corrió de prisa montaña abajo en torrente impetuoso. Luego se deslizó por los
verdes valles y empapó la tierra.
Al llegar la primavera, su corazón sintió ansias de ver la luz, de sentir la
cálida caricia del viento y de extasiarse contemplando el cielo estrellado por
las noches. Trepó despacio por la raíz y tallo de las plantas y asomó su
preciosa cabecita en las puntas de las ramas, bajo la forma de coloridos
pétalos. Habían nacido las flores. Entonces todo fue más alegre y bello en el mundo.
Por ese motivo es que los tehuelches llamaron Kospi a los pétalos de las
flores.
Hace mucho, muchísimo tiempo, las plantas aún no tenían flores. En ese entonces vivía en el sur una bella niña tehuelche llamada Kospi, de suaves cabellos y dulces ojos negros. Una tarde de tormenta, cuando el fulgor del relámpago iluminaba todos los rincones de la tierra, Karut (el trueno), la contempló asomada a la entrada del Kau (toldo) de sus padres.
La vio tan hermosa, que a pesar de que él era rústico, hosco y bruto, se enamoró locamente de ella. Ante el temor de que la linda niña lo rechazara, la raptó y huyó lejos, retumbando sobre el cielo, hasta desaparecer de la vista de los aterrados padres de la chica. Al llegar a la alta y nevada cordillera, la escondió en el fondo de un glaciar. Encerrada allí, fue tanto el dolor y la pena que sintió que de a poco fue enfriándose hasta que se convirtió en un témpano de hielo, fundiéndose con el resto del glaciar.
Tiempo después, Karut quiso visitarla y al comprobar su desaparición, se enfureció terriblemente lanzando bramidos de desesperación. Tanto ruido rodó hasta el océano y atrajo muchas nubes que empezaron a llover y llover sobre el glaciar hasta derretirlo completamente. Así, Kospi se transformó en agua y corrió de prisa montaña abajo en torrente impetuoso. Luego se deslizó por los verdes valles y empapó la tierra.
Al llegar la primavera, su corazón sintió ansias de ver la luz, de sentir la cálida caricia del viento y de extasiarse contemplando el cielo estrellado por las noches. Trepó despacio por la raíz y tallo de las plantas y asomó su preciosa cabecita en las puntas de las ramas, bajo la forma de coloridos pétalos. Habían nacido las flores. Entonces todo fue más alegre y bello en el mundo. Por ese motivo es que los tehuelches llamaron Kospi a los pétalos de las flores.
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